HISTORIAS

Acabados vivos: las ventajas de los metales sin lacar

La elección entre acabados lacados o sin lacar puede parecer una simple cuestión de estética. Las aplicaciones lacadas conservan su color y brillo gracias a su capa protectora, mientras que los acabados sin lacar tienden a oxidarse con el tiempo, desarrollando una pátina única para cada proyecto. Sin embargo, existen ideas erróneas sobre los acabados sin lacar, o "vivos": por ejemplo, que son más difíciles de mantener y, por lo tanto, solo aptos para zonas de poco uso. De hecho, puede ocurrir lo contrario.

Cuándo utilizar acabados vivos

Los acabados sin lacar crean un efecto muy diferente al de sus contrapartes lacadas; se podría decir que estos últimos, que conservan su aspecto limpio con el tiempo, son más adecuados para interiores refinados o contemporáneos. Los primeros, en cambio, son ideales para espacios donde se aprecia la imperfección: edificios rústicos o históricos, casas de estilo industrial y cualquier entorno, ya sea tradicional o moderno, que ensalce lo artesanal y lo orgánico.

¿Por qué elegir acabados vivos?

Dado que los acabados sin lacar experimentan un proceso natural de envejecimiento, adquiriendo una pátina con carácter, resultan atractivos para quienes prefieren acabados que dejen ver las huellas del tiempo y el uso. Además, al no tener una capa protectora que se erosione, siempre conservan su aspecto original en lugar de desgastarse: mantienen su integridad desde el principio. El ambiente húmedo de un baño o una cocina acelera la oxidación de los metales sin lacar, por lo que suelen adquirir una pátina fina antes.

Bajo mantenimiento, bajo impacto

A diferencia de los acabados lacados, que deben pulirse regularmente para mantener su brillo, los metales sin lacar requieren un mantenimiento mínimo, que consiste simplemente en eliminar la suciedad y los residuos con agua y jabón suave. Es un mito que sean menos duraderos: de hecho, la pátina que desarrollan actúa como una capa protectora que previene el deslustre y la corrosión. Los acabados con acabado natural también son sostenibles, ya que se reduce considerablemente la necesidad de tratamientos químicos y recubrimientos.

Versatilidad

Si bien es cierto que todos los acabados sin lacar tienen un aspecto orgánico, existen diversas opciones que se adaptan a diversos estilos de espacio. El latón sin lacar es uno de los más prácticos, ya que su resistencia a la corrosión lo hace ideal para baños y cocinas. Además del clásico acabado pulido, se puede cepillar para lograr un aspecto más artesanal e industrial, ideal para espacios sobrios o funcionales. También se puede solicitar con un acabado envejecido, para que tenga un aspecto de uso desde el primer día.

La calidez de los acabados sin lacar

El latón se elige a menudo por su capacidad para aportar calidez, pero esta cualidad la comparten todas las aplicaciones sin lacar, incluso las de tonos más fríos. El níquel pulido , por ejemplo, tiene un matiz cálido que lo distingue del acero inoxidable, que puede resultar frío en ciertos interiores. El bronce sin lacar revela matices dorados con el paso del tiempo; para una apariencia más natural y orgánica, también se puede solicitar un acabado preenvejecido, y este metal aporta profundidad tanto a espacios tradicionales como modernos. Por último, el acabado antracita del hierro envejecido tiene un audaz aspecto industrial y es lo suficientemente robusto para zonas de uso intensivo, pero se patina con suaves matices de latón.

En conclusión

Reaccionando al tacto humano y mejorando con el uso, los acabados vivos ofrecen lo mejor de ambos mundos: envejecen con gracia y requieren un mantenimiento mínimo. Si bien no son adecuados para quienes valoran un interior impecable, son ideales para cualquier proyecto que priorice los materiales naturales y el estilo orgánico o artesanal.